martes, 9 de marzo de 2010

El Cantar Del Destierro

CANTAR DEL DESTIERRO


Le hubiesen convidado con agrado, pero ninguno se atrevía; tan grande era la saña que le había cobrado el rey Don Alfonso.Antes de anochecer en Burgos entró la carta del rey, con gran despacho y fuertemente sellada:

A mío Cid Ruy Díaz que nadie le diese posada.y aquel que se la diese le daba palabra de que perdería los haberes, e incluso los ojos de la cara,y que además (perderían) los cuerpos y las almas".Gran pesar sentían las gentes cristianas:

se escondían de mío Cid, pues no se atrevían a decirle nada.El Campeador se adelantó a su posada;tan pronto como llegó a la puerta, hallóla bien cerrada,por miedo del rey Alfonso que así lo había dispuesto:que si no la tiraban, que no se la abriese por nada.

Los de mío Cid a altas voces llaman los de dentro no les querían devolver palabra. Aguijó mío Cid, a la puerta se llegaba, sacó el pie del estribo, una herida le daba (a la puerta);no se abre la puerta, pues estaba bien cerrada.

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